Muchas empresas deciden emplear personas famosas o celebrities para que representen o sirvan de imagen a sus respectivas marcas. Aunque a priori esto puede parecer una estrategia bastante sencilla, hay varios factores que las compañías deben tener en cuenta antes de adentrarse en un proceso como este que además, puede resultar muy costoso.
Para comenzar, es muy importante que la personalidad o la imagen de la persona escogida para publicitar nuestra marca sea coherente con nuestra marca y con los valores que queremos transmitir. Uno de los mejores ejemplos es el de Nespresso con George Clooney, una marca que quiere transmitir elegancia y sofistiquez y que por tanto ha elegido a un actor con esa apariencia.
No solo eso, es importante conocer a la persona que elegimos y debemos estar informados de su experiencia profesional así como de su historial para evitar riesgos innecesarios y hacer un balance entre los beneficios que esa persona puede aportar a la marca o por el contrario, el daño que puede hacer con la consecuente perdida de reputación o de clientes.
En la campaña de Nike que protagonizó el atleta sudafricano Oscar Pistorius, no faltaba coherencia, no obstante algo inesperado para la marca y para casi todos ha confirmado que la multinacional no escogió a la mejor personalidad para su publicidad.
Ayer sin ir más lejos, se comunicó que este deportista había disparado a su mujer. Algunos periódicos declaraban que había sido un caso accidental al confundir éste a su mujer con un ladrón; otros diarios de noticias publicaban que el suceso fue intencionado basándose en las declaraciones de varios vecinos que ya habían presenciado o sentido con antelación altercados domésticos.
Este incidente ha dañado gravemente la reputación del atleta, pero... ¿y la de Nike? La multinacional se salvará debido a la fuerte reputación de su marca, a que Oscar Pisturius no es el único embajador o imagen atlética de la marca y a que este acto ha sido imprevisible y nos ha pillado por sorpresa también a los usuarios.
Además, Nike ha eliminado rápidamente la campaña publicitaria que irónicamente llevaba el claim de: "Soy la última bala en la recámara". Un desafortunado incidente que nos deja una lección: Si vamos a dejar que la imagen de nuestra marca o empresa dependa de una tercera persona debemos asegurarnos de que es la persona adecuada, que se ajusta y se compromete con los valores de nuestra marca y que por tanto, no dañará nuestra reputación.
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